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El costo del plástico es 10 veces mayor en los países pobres que en los ricos

  • Foto del escritor: ZHARICK JIMENA PRIETO MOYANO
    ZHARICK JIMENA PRIETO MOYANO
  • 12 nov 2023
  • 4 Min. de lectura

Autor: Juan Luis Simancas

Fecha de publicación: 9 noviembre 2023

Palabras clave: Plástico, crisis mundial, contaminación, medio ambiente, naturaleza.



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Un reciente informe advierte que el costo del plástico para el medio ambiente, la salud y la economía de los países de ingresos bajos puede ser hasta 10 veces mayor, a pesar de que consumen casi tres veces menos plástico per cápita que los países de renta alta.


El informe calcula que el costo total de un kilogramo de plástico a lo largo de la vida es de unos 150 dólares en los países de ingresos bajos y medios, ocho veces más que los 19 dólares/kilogramo de los países de ingresos altos. Si se comparan sólo los países de ingresos bajos y sus homólogos más ricos, la diferencia de costos se multiplica por 10, ya que los países de ingresos bajos soportan costos de 200 dólares por kilogramo.


Nuestro sistema de plásticos, desde la extracción y fabricación hasta su eliminación, está diseñado de una manera que afecta injustamente a los países más vulnerables y desfavorecidos del mundo. En lugar de abordar eficientemente la crisis mundial de contaminación por plásticos, el sistema traslada la mayor parte de los costos a aquellos que están menos preparados para gestionarlos, sin responsabilizar a quienes producen y utilizan los productos en primer lugar.


Además, estos costos desiguales tienen implicaciones sustanciales para los países de ingresos bajos y medios como Kenia, donde los negociadores se reunirán para las terceras negociaciones del Tratado Mundial para terminar con la contaminación por plásticos. El informe concluye que los países de ingresos bajos y medios soportan una carga desproporcionadamente alta de los costos asociados a la contaminación por plásticos debido a tres desigualdades estructurales que refuerzan el sistema actual de plásticos.


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La primera desigualdad es que estos países tienen poca influencia sobre qué productos de plástico se fabrican y cómo se diseñan, a pesar de que a menudo se espera que gestionen estos productos al final de su vida útil. Las decisiones sobre el diseño de productos y sistemas se toman principalmente en países con una gran producción de plástico y por empresas multinacionales con sede en países de ingresos altos.


La segunda desigualdad es que el ritmo de producción de plástico, especialmente de productos de un solo uso, supera con creces la capacidad de recursos técnicos y financieros disponibles para su gestión en los países de ingresos bajos y medios. Si no se reduce la producción y el consumo de plástico, estos países seguirán soportando la mayor carga de los impactos medioambientales y socioeconómicos directos de la contaminación por plástico.


La tercera injusticia es que el sistema carece de mecanismos justos para responsabilizar a los países y empresas por su acción o inacción en relación con la contaminación por plásticos y su impacto en la salud, el medio ambiente y la economía. No existen obligaciones comunes en todas las jurisdicciones y empresas para apoyar una economía circular, justa y no tóxica de los plásticos. Como resultado, los países de ingresos bajos y medios terminan pagando el precio más alto.


En el artículo se habla sobre cómo hace seis años, Kenia tomó una decisión valiente para combatir la contaminación por plásticos al prohibir las bolsas de plástico de un solo uso. Sin embargo, el país todavía enfrenta desafíos en la lucha contra las importaciones ilegales de estas bolsas, lo que destaca la naturaleza transfronteriza del problema y las graves desigualdades inherentes a la cadena de valor actual de los plásticos. Estas desigualdades colocan a países como Kenia en una situación de desventaja, independientemente de las medidas audaces que adopten.


Nuestro sistema de plásticos de extraer, fabricar y desechar está diseñado de una manera que afecta injustamente a los países más vulnerables y desfavorecidos de nuestro planeta. En lugar de resolver la crisis mundial de contaminación por plásticos de la forma más eficiente, el sistema traslada la mayor parte de los costos a quienes están menos preparados para gestionarlos, sin responsabilizar a quienes producen y utilizan los productos en primer lugar.

En conclusión, una forma de abordar el desafío del costo del plástico para los países pobres es implementar un acuerdo mundial de las naciones unidas sobre la polución por plásticos que se base en normas globales armonizadas y obligatorias que nos permitan construir un sistema más equitativo que fortalezca a los países de ingresos bajos y medios y que priorice las soluciones más efectivas y eficientes.


Un ejemplo de una norma de esta naturaleza sería la regulación de los productos plásticos, polímeros y sustancias químicas más peligrosos -aquellos que pueden provocar más daño o que tienen más posibilidades de contaminar-, para que podamos disminuir la presión que sufren los países, especialmente los que tienen menos recursos, en el manejo de los desechos plásticos. Así mismo, la posibilidad de crear normas globales de diseño de productos puede contribuir a asegurar que los productos se diseñan para ser reutilizados y/o reciclados independientemente del país en el que se fabriquen o usen.



 
 
 

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JIMENA PRIETO

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